Prof Dr. Marcelo Augusto de Felippes

Una guerra híbrida combina estrategias y tácticas militares convencionales y acciones cibernéticas.

El transporte es siempre un blanco y un medio en una operación militar, en todas sus modalidades. Un blanco, porque por él circulan todas las armas y los respectivos suministros y tropas. Como medio, que por la misma razón de ser un blanco, incluye la circulación y movilidad de la población civil.  

En todas las guerras conocidas hasta hoy, el transporte es una de las principales funciones logísticas que suelen determinar el ritmo del combate. Sin ello, una tropa no puede ser alimentada o reabastecida con municiones, combustible o apoyo médico. Las poblaciones dependen del transporte para salir de la zona de operaciones, buscando opciones de refugio seguro.

Las acciones terroristas, del mismo modo, tienen muy a menudo como blanco y medio el transporte.  

En la guerra híbrida, el transporte es aún más crucial y el futuro lo sitúa entre los elementos críticos clave para el éxito y la supervivencia.

Si el vehículo autónomo se ve como un futuro inevitable en el transporte, ya sea terrestre, ferroviario, aéreo o acuático, un simple ciberataque puede causar graves bajas o destrucción, ya sea en una guerra convencional o en un ataque terrorista.

Además, atacar la infraestructura de transporte con diferentes puertas traseras -puntos de acceso o pasarelas para explotar las vulnerabilidades y permitir que los hackers tomen el control- convierte a la cibernética en una estrategia y táctica eficaz en la operación militar.

Todo país que valore la seguridad de su población debe contar con una estrategia eficaz de movilización de los transportes (medios, infraestructuras, suministros, etc.), así como con planes de contingencia que sirvan a la población civil.  

Creer que nunca ocurrirá “aquí” es una falta de responsabilidad de cualquier líder cuyo deber es proteger una nación.